martes, 13 de marzo de 2012


A principios de 1985 un indígena de la etnia Curripaco le propuso a uno de los comerciantes de Puerto Inírida Guainía, que le recibiera algunos pedazos de oro que había encontrado por allá en el monte como pago de una deuda que tenían pendiente. Sin saberlo el indígena estaba desatando la última “Fiebre de Oro” de la que se tenga noticia en Colombia y que habría de durar hasta finales de la década de los noventa.La serranía del Naquén lugar donde se hicieron los primeros y más ricos hallazgos, se vio de un día para otro invadida por aventureros que venían al comienzo de Puerto Inírida y las zonas coqueras que la circundan y luego, gracias a la difusión de la noticia por televisión, del resto del país.Para esa época acababa de regresar de un viaje por Centroamérica y no estaba muy seguro de qué era lo que quería hacer con mi vida. La propuesta de un amigo de ir a volvernos millonarios en la mina de oro más grande del mundo me sonó sensata, así que arranqué con él y sin pensarlo mucho.